miércoles, 7 de septiembre de 2016


SUSANA MARTÍNEZ dramaturga de ACTRICES PARA LA ESCENA nos habla de su experiencia al escribir su último: "Yo soy Coco"

APORTA O APARTA
Creo que es cierto que se puede entrenar la creatividad. Cómo también lo es que hay momentos en la vida que la favorecen, son como atajos en el camino que te predisponen a hablar de un tema en concreto. Escribir “Yo soy Coco” me  ha sucedido durante uno de esos periodos de crisis, o de cambio si se prefiere,  que parece que suena mejor.

He de partir de aquí para tratar de sintetizar lo que ha significado para mí trabajar en este texto. Las crisis siempre desembocan en una búsqueda de mi misma, cuándo me he dado cuenta de que he estado, otra vez, un buen rato perdida. Escribir siempre me ha ayudado a conectar conmigo misma, con la esencia íntima de lo que soy. Pero, justo en este momento de mi vida, me “toca” hablar sobre Coco Chanel, una mujer que se hizo a sí misma, cuya propuesta supuso una de las más bellas revoluciones. Una mujer que se liberó a ella primero, para liberar después al resto de las mujeres. Justo lo que necesitaba hacer yo. 

Si he de ser sincera, yo no sabía nada de Coco Chanel. Es más, mi ignorancia me llevaba a que no me causara un interés especial aquella diseñadora de ropa de lujo. En cuanto empecé a documentarme me sentí absolutamente fascinada por ella. Lo de menos eran sus vestidos, sencillos y elegantes, preciosos. Dejó de ser una desconocida para mí. Creo que puedo afirmar que alcancé a comprenderla con la profundidad que merecía. Empatía y escucha. Aparentemente sencillo, pero mágico cuándo se produce. Cuando esto sucede, algo de esos personajes se queda en ti.

En un año en el que me he sentido más de una vez agotada, pequeña, asustada y sola, que Coco me haya dejado su poso ha sido una ayuda. Porque ha quedado algo en mi de su fuerza de leona. Se me ha instalado la certeza de que puedo conseguir ser lo que quiera ser, pero ante todo ser libre, vivir mi vida sin restricciones ni miedo. La seguridad de que tal vez llegue a vieja, flaca como ella, y siga haciendo esto, o lo que a mí me dé la gana, con la misma pasión. Que saldré de todas las que la vida me tenga preparada, cada vez más fuerte, más segura… y más vieja.
Escribiendo esta obra ha sucedido lo que yo llamo la rebelión de los personajes, ese instante mágico en el que estos comienzan a hablar y a pensar por sí mismos, en voz alta. Cuándo las cosas que tú habías previsto suceden, pero no de la forma en la que estaba prevista. Lo mismito que en la vida.

He dejado buena parte de mí en todos estos personajes, que a su vez me han dado mucho. Es un justo intercambio, como cuando lees un buen libro. Siento la ausencia que me genera desprenderme de todas ellas, me han acompañado durante nueve meses. Son como hijas a las que ves separarse de ti. Pero las entrego con ilusión a este equipo de grandes profesionales y compañeras que les darán vida, que les prestaran sus cuerpos, que las pasarán por sus filtros.

Por casualidad, este invierno también, descubrí una frase que resume muy bien lo que ha significado Coco para mí. Era algo así como: si ves a una mujer capaz de conseguirlo todo por sí misma, y no eres capaz de aportar nada, limítate a admirarla desde lejos y no interrumpir su grandeza.
Yo, que cuándo me pongo sé sintetizar, lo resumí en: aporta o aparta.
Coco fue una mujer que pensó por sí misma y en voz alta, muy alta de hecho. Y esto siempre es un acto de valentía.


Escribir “Yo soy Coco” ha sido para mí, que tampoco soy de callarme, pensar en voz alta.


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